viernes, 16 de noviembre de 2012

LA CARACOLA


LA CARACOLA

La tengo entre mis manos, la acaricio suavemente, a fuerza de hacerlo y del mucho tiempo que llevamos juntas, toda ella parece de nácar, y, es tan sólo, una caracola normal y corriente, de las muchas que se pueden encontrar en cualquier playa, cualquier día.
Pero ésta es aquélla, la que encontraste tú y dejaste a mi cuidado, diciéndome que si la conservaba, siempre me sentiría cerca de la mar, tan sólo acercándola a mi oído.
Siempre ha sido la primera pieza que ha entrado en mi maleta para marchar y la primera que ha salido cuando llegaba a mi destino.
Con ella al lado me he sentido fuerte, creyendo firmemente en tus palabras de que al llevarla jamás me sentiría lejos de la mar.
Bonito sueño que disfrazaba la realidad de aquella caracola. `
Para mí, ella eras tú, y además de permitirme oír el rumor de las olas, cada vez que lo deseaba, me hacía sentir que tus brazos aún me rodeaban, que el calor de tu cuerpo aliviaba el frío de mis largas soledades, que el tacto algo rasposo de su parte exterior, era el de tu mal recortada barba junto a mi mejilla, y si ponía mucha atención te oía susurrar un tenue “te amo”, confundido entre las olas.
Hoy, cuando la he sacado de la maleta, he visto que tenía un agujero. Me he asustado y la he llevado enseguida a mi oído.
Ya no se oye, a través de ella,  el rumor de la mar, sólo el ruido de la soledad, de la oquedad, del vacío.
Me he esforzado en buscar el sonido tenue de tu voz, pero tampoco, la caracola se ha roto y el encanto con ella.
Ya vuelvo a estar sola, si la miro, te recuerdo igual, pero ya no te siento, sé que te amo y te seguiré amando siempre, pero que tú ya no me susurras nada, que ni tan siquiera me buscas.
Las lágrimas me queman en las mejillas, y mojan a mi compañera durante tantos años de vida, las seco como puedo y mirando fijo al preciado objeto, asombrada me pregunto ¿Cómo es posible que toda mi vida quepa en una pequeña, vieja, y ya rota caracola?