miércoles, 29 de febrero de 2012

RECUERDOS...

Fue sólo un momento, un instante muy fugaz. Pasaste a mi lado, corriendo y te vi casi sin mirar. De la nada surgió tu cara y en la nada se perdió.
Quise llamarte, pero el grito se rompió en mi garganta, ahogado antes de nacer. Seguí andando y desde una distancia prudencial me giré a mirar.
Y, te ví. Sí, eras tú. Reconocí tus hombros altos y rectos, tu forma de caminar, el gesto distraido con el que apartabas tu pelo hacia atrás. 
Sin que yo hubiera dado orden alguna mis pies, independientes, decidieron seguirte, siempre desde una distancia prudencial.
La visión de tu recta espalda me aturdía, se me hacía raro el no caminar a tu lado. Ver que ibas sólo, sin mirar atrás, Mecías tu cabeza como si una música invisible te invitara a bailar.
Se me escapó una sonrisa, conocía tu manía de imaginar canciones que te inspiraba la gente al pasar. Poco me duró, me venció la tristeza del maldito recordar.
Por más que intento apartar de mí,  imágenes de cosas pasadas, éstas, pesadas vuelven una y otra vez más y parece como si cogieran aliento para con cada regreso más territorio ganar.
Quiero no amar, quiero continuar viviendo, libre, sin atar. Sé que ya no es aquél intenso afán el que me induce a buscarte una y 1.000 veces más, no entiendo porque no puedo parar.
Me engaño diciendo que te trae a mí el azar, cuando en realidad es que espero en el lugar por el que sé seguro que debes pasar. 
Me digo que lo he superado ya, y no me privo de contarlo a voz en grito si ha lugar, pero sé en el fondo que a nadie consigo engañar.
Fue tanto lo que sentimos, lo que compartimos que quisiera tener el valor de un día pararte para sólo preguntar...¿Has olvidado ya?

martes, 28 de febrero de 2012

EL AMOR TAMBIEN CADUCA

No sé si debía hacerlo, pero la tentación me pudo y casi sin necesidad de darles las órdenes oportunas, mis pies se encaminaron hacia el lugar en el que estaba segura que podía encontrarte.
Te miré de lejos, escondida, con miedo de que tú me vieras. Siempre me gustó ir de mujer fuerte, no quería perder la fama.
Tuve que morderme con fuerza los labios para no gritar tu nombre. Sentía tu aroma, tan cercano que impregnada de ti, te acaricie con la vista, desde lejos y con las manos fuertemente apretadas. Tenía miedo de que me traicionaran.
De nuevo el calor de tu cuerpo, ese grave tono de tu voz, tu risa franca con un punto de cinismo, tus labios carnosos y ávidos, tus manos de dedos bien formados, hermosas, y tu dulce y sincera mirada volvieron a caer sobre mí como la losa que yo misma había comprado.
Fui yo, quien, herida y ciega de orgullo, puso entre los dos esa enorme laguna que no hubo barca que pudiera atravesar.
No me daba cuenta de lo fácil que es perder lo que más se ama, por no cuidarlo. Estaba tan segura del poder que ejercía sobre ti, que nunca pensé que un día, al volver a buscarte, tú ya no estarías.
Pensé, al principio que tan sólo era una broma. La confirmación me llegó a la vista de tu armario vació, del hueco dejado por tus libros en las estanterías, no encontrar ni una sola de la multitud de pequeñas cosas que siempre dejabas desperdigadas a tu paso y que tanto me molestaban. Tonta. ¡Cómo las añoro ahora!
Sé que ya es tarde para mí. Mi tiempo ha pasado. También sé lo mucho que me has amado, y lo poco que te he dado para que entendieras que para mí eras el mundo.
Ahora pago mi altivez, mi falsa seguridad, esa extraña vergüenza que se adueñaba de mí siempre que sentía la tentación de decirte cuánto te amaba, que sin ti no concebía ni tenía sentido mi vida pero siempre callaba.
Ahora que estaría dispuesta a cantarlo al mundo, a ti ya no te hace falta. lo veo en tu mirada. Eres feliz, junto a ella, ella que bien veo que también te ama.
Sola vuelvo sobre mis pasos, quisiera poder deshacerme del ahogo que tu desamor me causa. Poder decirte que tenías razón cuando me pedías tan sólo un poco más de atención. Besarte alegremente por la calle, como cuando empezamos, borrar de mi mente algo que un día de verano me dijiste que no era otra cosa que ...  debíamos ir con cuidado porque el amor también caducaba.

lunes, 27 de febrero de 2012

EL CREPUSCULO

Ese fugaz y pequeño instante en que ya no es de día, pero tampoco es de noche, me hace sentir perdida, como si en él se condensaran todas las pérdidas que mi alma acumula.
Siento la tristeza de la pérdida del día, y no sé cómo anticipar mi ánimo a la suave cobertura de la noche.
Suerte que es sólo un instante...
Después cuando ya sólo alumbran la luna y las estrellas, me entrego a la noche gozosa, sabiendo que su oscuridad me ampara y que no tengo por qué sentirme sola.
Pero cuando abro la puerta de mi casa, sin ruidos, vacía, sin nadie que me reciba, porque nadie hay que me espere, el peso de la larga noche que se avecina, vuelve a caer sobre mí.
Entonces sólo me queda un consuelo. Acudir al balcón, por suerte da a la plaza, y desde el mío observo los de los vecinos, con las luces encendidas y las sombras de los que habitan las casas moviéndose como fantasmagóricos muñecos de "guiñol".
Eso es lo que intento creer, que son sólo sombras, inconexas entre sí.  Como si no tuvieran ningún tipo de relación como si, al igual que yo,  también fueran almas solas. 
Al principio todo parece funcionar.Pero siempre hay alguna que otra cosa, sencilla, rutinaria, que me devuelve a la realidad. 
Puede ser  el beso de buenas noches de un niño a su madre, el gesto amable del abuelo acariciando la mano anciana de su compañera de vida, el acercamiento cómplice de dos amantes que se aproximan y, que sin necesidad de verles la cara, sus movimientos demuestran el deseo que comparten, y es entonces cuando  mi soledad, de tantos años acumulada, se desborda, consumiéndome cada noche un poco más, sin compasión, cebándose en mi flaqueza y llamando a gritos a mis lágrimas, que al fin, libres del yugo que les he impuesto, corren solas por mi rostro,  tan solas como mi alma y tan solas como yo estoy.