martes, 28 de febrero de 2012

EL AMOR TAMBIEN CADUCA

No sé si debía hacerlo, pero la tentación me pudo y casi sin necesidad de darles las órdenes oportunas, mis pies se encaminaron hacia el lugar en el que estaba segura que podía encontrarte.
Te miré de lejos, escondida, con miedo de que tú me vieras. Siempre me gustó ir de mujer fuerte, no quería perder la fama.
Tuve que morderme con fuerza los labios para no gritar tu nombre. Sentía tu aroma, tan cercano que impregnada de ti, te acaricie con la vista, desde lejos y con las manos fuertemente apretadas. Tenía miedo de que me traicionaran.
De nuevo el calor de tu cuerpo, ese grave tono de tu voz, tu risa franca con un punto de cinismo, tus labios carnosos y ávidos, tus manos de dedos bien formados, hermosas, y tu dulce y sincera mirada volvieron a caer sobre mí como la losa que yo misma había comprado.
Fui yo, quien, herida y ciega de orgullo, puso entre los dos esa enorme laguna que no hubo barca que pudiera atravesar.
No me daba cuenta de lo fácil que es perder lo que más se ama, por no cuidarlo. Estaba tan segura del poder que ejercía sobre ti, que nunca pensé que un día, al volver a buscarte, tú ya no estarías.
Pensé, al principio que tan sólo era una broma. La confirmación me llegó a la vista de tu armario vació, del hueco dejado por tus libros en las estanterías, no encontrar ni una sola de la multitud de pequeñas cosas que siempre dejabas desperdigadas a tu paso y que tanto me molestaban. Tonta. ¡Cómo las añoro ahora!
Sé que ya es tarde para mí. Mi tiempo ha pasado. También sé lo mucho que me has amado, y lo poco que te he dado para que entendieras que para mí eras el mundo.
Ahora pago mi altivez, mi falsa seguridad, esa extraña vergüenza que se adueñaba de mí siempre que sentía la tentación de decirte cuánto te amaba, que sin ti no concebía ni tenía sentido mi vida pero siempre callaba.
Ahora que estaría dispuesta a cantarlo al mundo, a ti ya no te hace falta. lo veo en tu mirada. Eres feliz, junto a ella, ella que bien veo que también te ama.
Sola vuelvo sobre mis pasos, quisiera poder deshacerme del ahogo que tu desamor me causa. Poder decirte que tenías razón cuando me pedías tan sólo un poco más de atención. Besarte alegremente por la calle, como cuando empezamos, borrar de mi mente algo que un día de verano me dijiste que no era otra cosa que ...  debíamos ir con cuidado porque el amor también caducaba.

No hay comentarios: