viernes, 13 de abril de 2012

...FUERON DIAS DE VERANO



Hundí mis manos en tu pelo, empujándolo hacia atrás una y otra vez. Era consciente de que me mirabas como si quisieras memorizar cada uno de mis rasgos. Te dejé hacer. Mi mirada en cambio sabía ya muy bien que no debía entretenerse en lo que ya conocía, que debía ir más allá,como ausente y vacía, miraba a través de ti.
Susurrabas palabras a mi oído, que ni tan siquiera me molesté en intentar comprender. Ya las conocía. De cías que me amabas, que no entendías una vida que nos volvía a unir para separarnos de nuevo otra vez.
Oía tus protestas como si estuviera sumida en una especie de letargo, del cual no podía salir, no quería enfadarme con la vida, aún le estaba demasiado agradecida.
No era poco lo que había hecho por los dos. Después de los años vividos tan lejos y tan cercanos, al fin nos había puesto cara a cara, así sin más. Un día igual a los demás de principios de verano, al doblar una esquina tropezamos, tuviste que sujetarme para que no cayera, tal fue la fuerza del impacto, pero mayor fue nuestra sorpresa cuando al pedirnos mutuamente perdón nos miramos, primero asombrados, como amantes después.
Enmudecimos los dos, no podíamos creerlo, después de tanto tiempo de silencio, nos encontrábamos así, como por casualidad.
Sin pensarlo, nos lanzamos a una loca aventura de encuentros secretos, medias verdades escondidas, y otras medias sin decir. Todo con un solo fin, el de intentar reinventar lo que una vez inventamos.
Tú vivías allí, yo pasaba el verano por pura casualidad.
Decidimos no dejar de vernos ni uno sólo de los días en los que tuviéramos oportunidad. Cuando no la había la creábamos. A veces, cada uno con su familia, nos veíamos pasar. Ingenuamente creímos que nadie se apercibía de la forma en que se prendían nuestras miradas. Los que nos amaban entendían y callaban. Sabían muy bien lo que para cada uno éramos el otro. Con amor y respeto callaron, incluso cuando entendieron, antes que nosotros, que se aproximaba el final.
Allí estábamos intentando decirnos adios, de una manera particular, tú protestando y yo aceptando, tu quejando y yo llorando.
De pronto, lo entendí. Entendí tan claramente lo que nos estaba pasando que me eché a reír. Cuando me preguntaste cual era la causa de tanta alegría, mi respuesta fue clara: “¿Cómo puede ser que no lo hayamos comprendido antes?”. Asombrado y sin entender, habló por ti tu mirada, yo te contesté: “Somos extraordinarios ambos, afortunados a más no poder, a ¿cuántos conoces que puedan amar tanto a dos personas diferentes y a la vez?
Riendo nos besamos, unimos otra vez las manos, y poco a poco, con suavidad, dejando un hueco en el aire, nos separamos… El hueco se llenó de una voz desconocida que medio riendo decía… “Os espero aquí el próximo verano”. Volvimos a reír otra vez y así, con promesas no dichas, pero entendidas, nos separamos…una vez más.

No hay comentarios: