Adiós a
las alegres carcajadas, a las miradas llenas de ilusión, a la ternura
compartida, a tantas y tantas horas de amor.
No me
di cuenta de que te ibas, lo hiciste sin decir adiós. No tuve tiempo a sentir
que te tenía, cuando al buscarte ya sólo encontré el vacío. No sé del
todo cierto el por qué de tu marcha, aunque creo que quizá sólo fue
miedo de dejarme formar parte de tus más íntimos sentimientos.
Tu
silenciosa marcha me obliga a reconocer la peor y mayor equivocación que
podemos cometer cuando amamos. El miedo a amar y ser amados.
Pensamos
que al entregarnos vamos a perder lo mejor que tenemos, que nuestros suspiros ya
no serán sólo nuestros. Nuestras vidas pasarán a formar parte de los sueños
escondidos de alguien a quien aún no conocemos, y que, si bien deseamos
conocer, tenemos miedo de que, al hacerlo, podamos entregar algo irrecuperable
de nuestra esencia, cuando en realidad es ese el único objeto de amar. Ser dos
pero formando un sentimiento compartido para convertirlo en único.
Nos
dejamos poseer de la irracional locura de creer que si dejamos que el amor
reine perderemos algo de nuestra esencia, que unos labios ajenos llevarán en
los suyos, quien sabe hacia dónde, lo que en realidad somos. Formando parte
inseparable de otra vida, y el miedo no deja que nos entreguemos sin nada
que reservar.
Más
tarde, cuando paramos un momento en nuestra huida, comprendemos tardíamente,
que éste sólo conduce a soledades, pero somos tan torpes, obtusos y egoístas
que dejamos que sea de nuevo el miedo el que nos imponga nuestra forma de
actuar.
El
orgullo nos ciega y sólo de pensar que si volvemos de nuevo a buscar lo que
dejamos atrás y que puede que ya no esté, continuamos solos otra
vez, y, es en esa soledad cuando comprendemos que todo lo que hemos negado no
lo ha sido a otra persona, sino a nosotros mismos. Nos encontramos con las
manos llenas de todo el amor que no supimos regalar.
Entonces
es cuando empieza nuestro vagar, penando por la falta de amor y sólo el día en
que somos muy valientes nos atrevemos a preguntar: ¿No hubiera sido mejor que
entre los dos formáramos uno, llenando nuestros silencios, ocupando tantos
vacíos y esta amarga soledad?
Pero la
cobardía, enemiga poderosa en el amor, puede otra vez más y dando la espalda
empezamos de nuevo a caminar, pero esta vez ya sin pensar ni mirar atrás.