Ha
llovido, el aire está impregnado del vapor que deja el agua al caer en una
tarde verano.
Mi piel
está desagradablemente humedecida, y una especie de vaho me enturbia el pensamiento.
No me
gustan estas tardes de verano, falsas precursoras de un todavía lejano otoño.
Son tristes, grises, los niños no corren por las calles.
Siempre
he creído que los domingos o sábados por la tarde, en especial si son
solitarias, no son un buen momento para tomar decisiones y mucho menos si son
tan importantes cómo la qué ahora me preocupa.
Me
hallo en un punto de mi vida en el que elija lo que elija ésta dará un cambio
tan radical que aunque, sé de sobra, que estoy preparada para ello, no deja de imponerme
cierto respeto y algo de miedo.
Lo
único que tengo claro es que no puedo retrasarlo más, ya demasiado lo he aplazando.
Ahora
mismo, por ejemplo, en lugar de ir directamente a la decisión que ya sé he
tomado, pierdo el tiempo escribiendo, sólo para darme un respiro y así, tal
vez, encontrar la manera de explicarlo.
No es
algo trascendental para los que me rodean, el cambio tan sólo me afecta a mí, y
ahí reside la simpleza y la terrible complejidad de llevarlo a cabo.
Se
trata de que acepte de una vez que puedo ser feliz, aunque para ello tenga que
dejar atrás cosas que, aunque dolorosas, forman una parte tan importante de mi
vida que me duele dejarlas ir.
Pero
sí, lo voy a hacer. La vida inesperada y recientemente me ha dado inesperados e
increíbles regalos, y no los voy a dejar pasar. Voy a vivir aceptando todo
cuanto bueno y nuevo me venga. Dedicándome a quienes y a todo lo que amo, no
permitiendo a nadie que me gobierne o intente dirigir mis pasos
Sé que
los fantasmas del pasado volverán una y otra vez llamando a la puerta con
fuerza. Me es igual, ya la he cerrado.
Mi
tiempo está aquí ya ha empezado, voy a vivirlo, nuevo, fresco, sano, tal y como
llegue será aceptado.
Nada le
pido sólo prometo que lo que me de, será
bien aceptado y que, al fin liberada de ese pasado que con tan pesado lastre y
durante tantos años he cargado, viviré a mi aire, riendo y alegre, con mi casa
abierta a los cuatro vientos para todos aquéllos que tengan a bien venir a
conocerla, con los brazos extendidos y siempre esperándolos para ofrecerles mi
mano.
6 comentarios:
Que díficil es hacer eso que dices... El lastre del pasado es tremendo y muy complicado dejarlo en el camino.
Enhorabuena por haber cerrado esa puerta!!! Que lo que está por venir te haga siempre feliz, te lo deseo de corazón!
Una admiradora!
Duele y duele, pero si hace falta pon cuarenta candados en esa puerta. Ama y disfruta con lo que tienes en el presente y crea con ellos un precioso y especial futuro.
Cuesta claro que cuesta. Pero mi momento ha llegado. Muerta de miedo, no voy a negarlo, lo emprendo. No espero un futuro. Sé que mi única recompensa, si la hay, está en el trayecto.
El futuro no existe amada mía, amiga de y en el alma. Pero sí el presente y en él me instalo. Vivir cada día como el primero y el último. Ahí es el único lugar donde vivirè, si me es permitido, feliz y en paz. Paz dobre todo conmigo misma.
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