Aún
siento sobre la piel el calor de tus labios,, toda yo estoy tan llena de ti. Mi
mente
terca
me dice una y mil veces que ya son muchos los días, los años pasados desde
aquélla última vez que nos amamos.
Me
aferro al recuerdo casi perdido de lo que un día fue algo mucho más grande que
un amor apasionado. No quiero perder las huellas de tus manos en mi cuerpo, ni
las de tus palabras en mi memoria. No sé cuáles son más importantes ni más
bellas, sé que las unas sin las otras carecen de sentido alguno.
Te
amaba con mi cuerpo pero te adoraba con mi sentimiento. Saciabas mis sentidos a
la vez que alimentabas mi intelecto. No sé qué fue peor para mí, si perder los
momentos de tanta pasión compartida o las lecciones de vida que contigo
aprendí.
Durante
todo este tiempo mi vida ha girado en un único sentido. Como un girasol hace
con el sol, en busca de tu luz, la que de tu persona emanaba, esperando ver de
nuevo
la alargada
sombra deslizándose por la entreabierta puerta como anuncio de tu llegada que
tanto y tanto ansiaba.
Pero no
has vuelto. Te perdí, y aún ahora no entiendo ni el cómo ni el por qué, porque
sé que me amabas me lo repetías una y otra vez.
Recuerdo
el último día, cuando besabas mis lágrimas incapaz de contener, cuando
susurrando
decías, “Te amo, te amo tanto mi amor, que debo dejarte volar”. No lo entendí
entonces ni lo entiendo ahora. Si tanto me amabas y tanto te amaba yo, qué era
lo qué hacía que no fuera bueno para los dos.
Decías
que temías por mí, pero sigo sin comprender aquel miedo atroz que al final nos
separó.
A tu
lado crecí me hice mejor y mujer a la vez. De ti aprendí que amar no es esperar
sino dar, pero no puedo ni quiero ya
entender por qué tengo que guardar tanto amor ni para qué.
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