Siento
en los músculos la tensión de la espera, en el alma el dolor de la incerteza,
en mi mente sólo un habitante. La esperanza.
Esperanza
infundada, absurda, lejana. Esperanza que nace sólo de los sueños que desea sea
realidad, pero a la que no sé como atrapar.
Un
grito agarrotado en mi garganta. Lágrimas
retenidas sin saber cómo, firmemente
guardadas impedidas de la libertad de poder resbalar por mis mejillas, es una
angustia retenida, que daña pero nunca acaba.
Vivo
entre dos líneas que paralelas siguen su camino. En una de ellas va mi vida, y
en la otra… ¿quién sabe si la tuya?.
Las
mariposas de mi estómago me dicen que no está ya tan lejos el momento. Traidoras,
también me dicen que no pueden quitarme el miedo.
Quiero
y no puedo, peor aún, no sé si ni tan siquiera debo. Es como si de lejos me
viera, a través de un catalejo, pequeña,
arrugada, encogida , esperando la espera.
Si
supiera dónde encontrarte, volvería la valiente, decidida, la que tanto amor te
dio, a buscarte sin duda alguna.
Ya no
sé ni lo que siento, ni intento comprenderlo. Ha pasado tanto tiempo que no
importa el momento.
Cuando llegue
sé que todo fluirá sólo, sincero, sin
impedimentos,
volviendo
al mismo instante en que amándonos tanto huimos como cobardes, abandonando
antes de que empezara la búsqueda, de lo
que quién nos dice que no fuera la perfecta solución para que nuestro amor
prosiguiera.
Contradicciones
del ser humano, cuánto más lejos más cercanos, pero en el entretanto la espera
me muerde cada día un poco más, llevándose a trozos la esperanza que atesoro
No sé
si podré seguir esperando mucho más tiempo. Mentira, te engaño, no lo creas, siempre estaré aquí… quieta… a la espera…
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