sábado, 31 de marzo de 2012

LA VIEJA AMIGA MAR



Parece que fue ayer y en cambio ha pasado tanto tiempo. Tú no lo sabes, pero volví a aquel lugar, no pude evitarlo. Era como si me llamara, hacía años que no iba y lo más sorprendente es que prácticamente estaba todo igual. Las viejas escaleras de piedra, desgastadas, con más trozos rotos, pero todo lo demás, estaba igual.
El aroma era el mismo de aquel día. Salitre y mar. Quise no pensar, luché desesperadamente para no dejar que la añoranza se adueñara no ya de mi corazón, sino también de mi mente. Fue imposible, cuando quise darme cuenta, de mis ojos caían lágrimas a raudales, silenciosas, disimuladas de la mejor manera que pude, ocultando el rostro a los que, como yo, estaban allí sentados, contemplando la vieja amiga mar.
Poco a poco fue serenándose mi espíritu y cedí a la curiosidad. Sentadas cerca de mí, otras personas también miraban la mar.
Asombrada entendí que todas ellas estaban allí por la misma razón. Todas escondían su mirada a los ojos ajenos, las arrugas de su frente, su fijo punto de mira en el infinito me hizo comprender que ellas también estaban allí sentadas para recordar.
¡Qué sorprendente es el mundo si te paras a observar! Yo llegué allí para olvidar un dolor, y éste renació con más intensidad. Pero cuando tuve la valentía de arrojarlo a la mar, sentí la plácida calma del descansar
Durante breves y locos instantes sentí la tentación de acercarme a alguno de los que allí compartíamos piedra, salitre y mar e invitarlo a desahogar, pero me contuvo el pensamiento de que todos somos libres para decidir si queremos vivir atrapados en lo que fue o deseamos, por el contrario, liberarnos lanzando nuestros recuerdos a la vieja amiga mar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como si pudiera estar yo también en mi mar, en mi orilla, respirando, oxigenándome, recordando, relajándome... Seguramente, aunque no me vieras, yo era alguna de esas otras personas, pero en otra orilla...