Cada
vez que vuelvo al mar la vieja y eterna pregunta vuelve a brotar sola, sin que pueda
detenerla: ¿Dónde está? ¿Lo has visto hace poco?, y siempre la respuesta es
igual. Silencio, nada más.
No llego
a comprender que a mí que tanto amo la mar no me quiera contestar.
Tampoco
quiero entender que si no lo hace posiblemente sea porque ignora lo que debe
responder.
En la
playa como locos nos amamos y en ella una noche te dejé: ¡Loca cabeza llena de
confusiones que no te supo entender!.
Ahora sí,
ahora sé, soy capaz de comprender y es
ahora cuando por más que lo intento no consigo encontrar el sitio aquél.
A veces
me pregunto, si la vida enfadada me niega lo que tanto ansío, que es
simplemente volverte a ver, reír de nuevo a tu lado, sentir el roce de tu piel,
el aroma de tu ser, poder decirte cuánto te amo, lo mucho que te añoré. La
falta que tengo de ti, me da miedo, porque me lleva a pensar que si no consigo
decirte adiós, jamás volveré a hallar la paz.
Sé que
tú sabes que sé. Siento que tú también sientes que siento, y lo que aún es peor
que tú aún sientes.
No sé cómo
poder encontrar la paz si no puedo al fin hablar contigo y saber que giro debe
tomar nuestra historia que ya no sé si es
que jamás debió empezar, o nunca interrumpir, o, peor aún, que aún está
viva para ti y para mí,
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