ASI
… SENCILLAMENTE…
Hace
unos días alguien me preguntó cómo te dabas cuenta de que amabas de verdad a
una persona.
Dada la
edad de quien me hacía la pregunta, la sonrisa salió sola, espontánea. Quise
explicárselo de la mejor manera posible para que comprendiera que no era algo
tan sencillo. No se ama a una persona así de buenas a primeras, de sopetón, sin
más ni más, sin razón o motivo aparente, pero no pude.
Al
empezar a hablar, se me enredó en el corazón un recuerdo hermoso, dulce y
entrañable que me llevó a través de la distancia cerca de alguien a quien
apenas conocía, de hecho hacía muy poco tiempo que sabía de su existencia. De
alguien que era una persona
casi
desconocida para mí.
Se me
llenaron los ojos de lágrimas y el alma de alegría. Llevaba unos días con una
extraña angustia. Sentía como cosquillas en el estómago, y unos arrebatos de
melancolía, que, y, a mi edad, me tenían completamente desconcertada, porque si
bien reconocía los síntomas, no quería ni pensar en la causa de ellos. Comprendí,
así que me había vuelto a enamorar.
No sé
quien se sorprendió más, si yo ante mi propia aceptación de
lo que
sucedía, o la personita que me preguntaba y esperaba ansiosa mi respuesta, cuya
mirada desconcertada me decía, mejor que con palabras, que no entendía lo que
me estaba sucediendo.
Salí
como pude del paso, y en cuanto me fue posible me fui sola, a intentar poner
orden en mis desconcertados y alborotados sentimientos.
Muchas
eran las preguntas y las dudas que me asaltaban y no encontraba respuesta
adecuada a ninguna de ellas. Sólo una cosa sabía del todo cierta. Amaba a
aquella persona.
La
amaba profundamente, de una forma totalmente desprendida, sin deseo alguno de
posesión, era un amor nuevo pero que llegaba
a mí en la plenitud de mi madurez.
Naturalmente,
mi primer pensamiento fue ocultárselo, no quería darle motivo alguno de
preocupación y estropear lo que desde el principio yo había denominado “una
hermosa amistad”.
Creí
sinceramente que era algo sólo mío, que para nada estaban involucrados sus
sentimientos.
Empezamos
un extraño juego del escondite. Con verdades a medias o medias verdades.
La
verdad es que estaba muerta de miedo. Aquello no podía estarme sucediendo a mí.
Siempre tan dueña y segura de mis sentimientos.
Como me
di cuenta de que era correspondida aún no lo sé ahora, quizá algo que dijo me
hizo reaccionar, creo recordar que fue algo asi como… “vamos a llamar a las
cosas por su nombre”… Lo que sí sé que la primera que soltó la bomba fui yo.
De
natural impulsivo no podía aguantar más las palabras que pugnaba por salir de
mi interior. Creo que hasta fui algo brusca, pero eso forma parte de mi
carácter. Sé que pensé … “bueno ya está, ya lo he dicho”… Ahora que pase lo que
tenga que pasar.
Lo que
tenga que pasar… qué inocencia la mía, no comprendí que iba a dar un salto
hacia atrás en el tiempo y que volvería a los tiempos de mi adolescencia, pero
de una forma mucho peor.
Ambos
estamos llenos de obligaciones hasta decir basta, tenemos seres muy queridos
que dependen completamente de nosotros y a los que no queremos, por nada del
mundo, ni disgustar ni espantar y mucho menos alejar o dejar.
No es
un amor joven, abierto, libre, sino todo lo contrario, es un amor maduro, hacia
dentro, sin libertad alguna para gritarlo al aire, y eso que, en algunos
momentos, me ha llenado de preocupación y temor, ahora comprendo que es lo que
lo hace más hermoso.
Es el
nuestro un amor callado, concentrado, sólo para dos, en el que no participa
nada ni nadie más, sólo dos personas para sentirlo y vivirlo intensamente.
Los
instantes compartidos son hermosos, porque son escasos, y así será siempre.
Ambos
sabemos muy bien con lo que la vida nos ha enfrentado, aunque no comprendamos
el por qué y es a nosotros solos a quien corresponde hacer con ello lo que el
corazón nos demande.
Tan
sólo de nosotros dependerá el que sepamos o queramos conservarlo, reviviendo
así algo que, equivocadamente, creíamos que ya no nos estaba permitido.
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