Hay una hora del día muy especial, y que yo llamo la hora azul. Es ese extraño
momento en que el sol y la luna
coinciden en el cielo. Se miran desde lejos, no se acercan demasiado, como si una extraña timidez les embargara, juegan
al escondite entre nubes blancas, el sol no quema con ardor para no dañar a la
bella y pálida luna y ella no brilla en todo su esplendor para no molestar al
esquivo, pero tímido sol.
No dura siempre lo mismo, pero es un tiempo
durante lo que reina es la magia. La hora en que y sobre todo en los largos
días de estío, aprovechan los amantes para salir y encontrarse, los niños para
jugar, sin temor al ardor solar, las viejas para salir a las puertas de las
casas a charlar. Pero si los miras con mucha atención, todos, amantes, niños y
viejas, no pueden por más, que de vez en cuando, alzar la cara al cielo para
mirar a los eternos amantes .en su mágico danzar.
Si a esa hora, la vida ha sido buena
contigo y tienes una mano amiga a la que cogerte y salir a pasear, créeme
posees la magia de la felicidad.
No es tan difícil ser feliz, lo más
complicado es cuando queremos serlo con alguien a nuestro lado. No es por falta
de personas a las que puedas encontrar, es tan sólo que cuesta tanto hallar la
adecuada y que no sea en el momento equivocado que, en demasiadas ocasiones, nos cansamos de
esperar, y nos conformamos con lo que tenemos ya.
Pero si en una de esas azules horas tenemos
la valentía de afrontar nuestros miedos, de reconocer nuestras carencias, de
aceptar nuestros defectos, entonces la magia actúa, y, un día, sin más ni más,
te das cuenta que ya no sales sólo a pasear, que tu mano tiene una a la que
tomar, que se te ofrece con toda bondad.
Aún te diré más, es tan poderosa la magia
de esa azul, hora, que no es necesario que la persona a la que pertenece la
mano esté a tu lado. Es igual, si ya la has encontrado, no importa el lugar en
él que esté, la sentirás junto a ti, caminando igualados paso a paso,.
Es entonces el momento de vivir
intensamente ese azul y mágico regalo, de no perderlo, de cuidarlo, de
reservarlo en lo más íntimo de tu corazón, porque sólo tú sabes que lo posees, que eres tú su único guardián y
que en tu mano está retenerlo así, a lo lejos, en silencio, en la distancia,
pero siempre cercano.
Si así lo deseas y con fuerza tomas la mano
que se te brinda, ten por seguro que no te fallará, que siempre estará a tu
lado, que sabrá lo que nunca le dirás, y que entenderá lo que ni tan siquiera
tú comprenderás antes de que a ti te sea revelado.
Es entonces cuando un día, en cualquier
lugar, cuando menos lo esperéis, recibiréis el regalo de que, aunque sólo por
una vez sea, cogidos de la mano y juntos podáis contemplar esa mágica azul hora
acariciando suavemente la mar.
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